Participo en un club de escritura creativa que cada cierto tiempo propone escribir un relato ágil (desarrollado en 2 días) con un límite de 300 palabras. En este caso, debía ser sobre la muerte. Para quitar hierro, tenía ganas de realizar una especie de cuento basado en el estilo futurista de los episodios de Black Mirror y en el tipo de personajes de Neil Gaiman. Para describir la situación me puse a investigar sobre qué nos propone el futuro para prolongar la vida:
Memento mori
Con la vista clavada en la diminuta multitud, desde la azotea del edificio más alto, me hallo observando mi vida arrebatada. Y no, no estoy muerta, soy la muerte.
Quizás por la audacia de mi postura me han tomado por la última suicida y se ha liado un alboroto de policías, mirones y medios, vendiéndome una vida sin dolor. A mis dóciles suicidas los domesticaron genéticamente para sentir placer, siendo hoy una rareza ajena al primer mundo donde todos tienen un porqué, analizado con base en producir un qué, balanceando las dosis de experiencias hormonadas, calculadas por el sistema.
En 2030 la tasa de mortalidad fue reduciéndose hasta llegar a un ínfimo porcentaje. Sin sentido de existencia, vago acercándome morbosamente a cuerpos calientes para tantear, sin esperanza, si en ellos se ha instalado algún virus, parásito, bacteria o enfermedad debilitante, defecto genético o el mínimo daño celular de lo que antaño llamaban envejecimiento.
Extraño el aroma de la fragilidad, la ternura de las arrugas y los ojos exorbitantes de quien reflexiona sobre la visión de su vida, justo antes de susurrarles que recuerden cómo lo han hecho, el vivir. Ahora los nanobots limpiadores de coágulos, virus y bacterias navegan el riego sanguíneo. El último aliento de vida que absorbí me supo metálico.
Recuerdo aquella vez en que acudí al escuchar el llanto de un ser suave. Me conmovió y me acerqué con la intención de liberarle del peso de su sufrimiento. Le abracé y me acurruqué alrededor de ella para no dejarla morir sola. La espera fue larga. Resultó ser una prueba de inteligencia artificial, con una robot hiperrealista para burlar a la muerte, y vaya que fui el hazmerreír.
El homo deus prescinde de mi, me olvida.